sábado, 26 de abril de 2008

Orals and caffeine

8.00 El café del desayuno
Me levanto con sueño, he dormido mal, he sudado un montón (maldita calefacción bipolar, que o te asa o te congela) pero tengo que ir a hacer exámenes orales de cuarto. No son unos exámenes cualquiera: el que suspende esto, suspende toda la asignatura, y no puede licenciarse en junio. No me extraña que los alumnos estén cagaditos... Llego al despacho, miro el correo en mi flamante ordenador de los 90 (principios), y espero a Alicia, para hacer los primeros orales de la mañana.

9.00 El café de los orales de la mañana
Para llevarlo mejor, Alicia y yo nos cogemos un café y nos lo llevamos al examen. Sólo tenemos tres en esta primera tanda, todos lo hacen bastante bien y nos ponemos de acuerdo rápido con las notas -a veces hay que negociar, pero sin tensiones-. Mientras tanto hablamos de nuestras tesis, de las defensas de tesis, de la situación de las universidades (un clásico). De tanto café, los dos nos estamos meando; afortunadamente hay una alumna que no viene al examen, y tenemos tiempo de airearnos e ir al baño.

11.20 El café de después de los orales
No, falsa alarma: tengo la tripa llena de café, así que decido comprarme una barrita de chocolate, que dicen que es bueno para el cerebro. Me encuentro con Cinta y Alicia, que me dicen que me tome un café con ellas; soy fuerte y digo que no. De camino al despacho, me encuentro con Lucía y Teresa, que me dicen que me tome un café con ellas; soy fuerte y digo que no. Hasta la comida me dedico a corregir exámenes y redacciones, a pasar notas a limpio, a mandar emails.

13.30 El café de después de comer
Como tengo orales a las 14.00 no tengo mucho tiempo de disfrutar del café de después de comer: me lo tomo de pie, hablando con Fernando, que estaba en el restaurante; con Carmen, que estaba al lado; con Diego, Lucía y Alicia, que están terminando de comer, y ya de camino al despacho. Preparo el aula para el examen (la grabadora, los papeles, las listas, las fotografías...), y Barrie que no viene. Momento de pánico. Llamo a su despacho: nada. Llamo a Diego a ver si tiene su móvil: nada. La primera alumna ya está fuera esperando, y Barrie que no viene. Al final, a las 14.05 llega Barrie, y empezamos los orales. Todo va bien.

15.00 El café de los orales de la tarde
Barrie, que se conoce la universidad bastante mejor que yo, pide que nos traigan un café a la sala de los exámenes. No sabía que se pudiera hacer eso, qué lujo. Así que mientras los alumnos nos hablan de la política exterior de Venezuela o del flamenco en España, Barrie y yo estamos comiendo pastas y bebiendo café (solo, eso sí, porque se han olvidado de traernos leche). Entre examen y examen, hablamos de España, de comida, de viajes -Barrie ha estado en prácticamente cualquier sitio que le mencionan: León, Sicilia, La Rochelle, Siria... da igual-. Terminan los orales y me voy al despacho a seguir corrigiendo redacciones y exámenes, pasando notas a limpio, mandando emails.

18.00 La Coca-cola de antes del partido (que no fue)
Como quiero seguir trabajando para terminar unas cuantas cosas, no voy a la pachanga de fútbol de los viernes -me estoy volviendo perezoso-, y en mi lugar va Tomás, el hermano de Lucía, que está de visita por aquí. Le acompaño para "introducirle" a la gente (como dicen nuestros alumnos) y me vuelvo al despacho. De camino, como tengo sed, me compro una coca-cola. Hasta las 21.00 sigo corrigiendo, y sobre todo mandando emails a los alumnos con las notas. Después me voy a la gasolinera a comprarme una pizza congelada -qué decadente-, ceno y a dormir, no sin antes haber visto un par de capítulos de Everybody loves Raymond para descansar la cabeza.

Aun así, pasa lo inevitable: sueño que estoy haciendo exámenes orales y tomando tazas y tazas de café.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si lo alucinante es que sueñes. Sea lo que sea. Esa dieta a mí me mantendría en un estado de alerta felina durante largas e insomnes semanas.