Esta división, claro, tiene orígenes históricos: los primeros pobladores de Limerick fueron al parecer los vikingos (siglo IX), a los que luego se añadieron los normandos (siglo XII). Fueron ellos, claro, los que construyeron los principales edificios de la "zona inglesa": el Castillo del Rey Juan (que no es otro que el conocido "Juan sin Tierra") por ejemplo es de 1200 -aprox.-, y la Catedral de Santa María, actualmente anglicana, de 1168.
Desde entonces, Limerick ha sido objeto de varios asedios por parte de las tropas inglesas, los más importantes en el siglo XVII (1642, 1650-1 y 1690-1). Al final del último de estos asedios se firmó -sobre la Piedra del Tratado, que es la que aparece a la izquierda- el Tratado de Limerick, por el que los británicos se comprometían a respetar las propiedades de los Jacobitas católicos irlandeses, con la condición de que jurasen fidelidad al rey Guillermo III de Inglaterra. Lo cierto es que el Tratado no se respetó durante mucho tiempo, sobre todo porque el Parlamento inglés se opuso, y ya en 1695 se dictaron leyes muy duras contra los católicos.
En los siglos siguientes, Limerick siguió un camino similar al resto de Irlanda: cierta prosperidad durante el siglo XVIII, pobreza, hambre y emigración durante el siglo XIX y gran parte del XX, hasta la recuperación reciente gracias al fenómeno conocido como Tigre Celta (del que ya hablaré en algún otro post).
2 comentarios:
¿Pero qué les pasa a los irlandeses con las piedras? ¿Es que no pueden celebrar ningún tipo de acontecimiento histórico sin asignarle un pedrusco gigantesco? ¡Qué fijación! Ni el pilar, oiga..
Tengo la sospecha de que, si pudiera, tendrían "la patata de Blarney", "la patata del Tratado" y "la patata del Destino", pero claro, duraría menos, y al cabo de unos cuantos años darle besos a una patata podrida sería un poquitín asqueroso.
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