Los galeses con los que vimos el partido se lamentaban de que esa última patada no la hubiera pegado Henson, más fuerte que Jones; pero lo cierto es que habría sido injusto para Irlanda, y para los O'Driscoll, O'Connell y O'Gara que se les escapase el Grand Slam en el último suspiro. Habría sido demasiado cruel.
Antes, había habido un partido tenso, dominado territorial y tácticamente por Irlanda, pero en el que Gales había conseguido adelantarse 6-0 en la primera parte, y remontar después de que Irlanda consiguiera dos ensayos en cinco minutos nada más empezar la segunda. Un partido poco vistoso, jugado al estilo de Munster ("eso no es rugby", decía un gales a nuestro lado) y que se decidió al final por dos patadas: la que O'Gara supo colocar entre palos; la que Jones dejó corta, botando a pocos metros de la línea de ensayo.
Y después, la locura para los irlandeses, que casi no podían creérselo: Seis Naciones, Grand Slam, Triple Corona, todo. O'Driscoll, oficial u oficiosamente, es el hombre del campeonato, con ensayos decisivos ante Gales, Inglaterra e Italia, y sobre todo con una capacidad de liderazgo que deja en mal lugar a quienes cuestionaban que fuera el capitán de esta selección. Para Gales, una importante decepción: comenzaban el partido con posibilidades de ganar el título; lo terminan cuartos, por detrás de Inglaterra y Francia, que tampoco han ofrecido una gran imagen este año.
Y durante todo el día, un ambiente excepcional en Cardiff: banderas, bufandas, camisetas; reventa de entradas (oímos precios entre los 90 y los 200 euros, que tampoco me parece tanto para ser el partido que era); galones y galones de cerveza, riadas de gente por todas partes, colas en la puerta de los bares, bailes, canciones, camaradería. Un día histórico para el rugby irlandés, y un fin de semana excepcional en todos los sentidos.
Antes, había habido un partido tenso, dominado territorial y tácticamente por Irlanda, pero en el que Gales había conseguido adelantarse 6-0 en la primera parte, y remontar después de que Irlanda consiguiera dos ensayos en cinco minutos nada más empezar la segunda. Un partido poco vistoso, jugado al estilo de Munster ("eso no es rugby", decía un gales a nuestro lado) y que se decidió al final por dos patadas: la que O'Gara supo colocar entre palos; la que Jones dejó corta, botando a pocos metros de la línea de ensayo.
Y después, la locura para los irlandeses, que casi no podían creérselo: Seis Naciones, Grand Slam, Triple Corona, todo. O'Driscoll, oficial u oficiosamente, es el hombre del campeonato, con ensayos decisivos ante Gales, Inglaterra e Italia, y sobre todo con una capacidad de liderazgo que deja en mal lugar a quienes cuestionaban que fuera el capitán de esta selección. Para Gales, una importante decepción: comenzaban el partido con posibilidades de ganar el título; lo terminan cuartos, por detrás de Inglaterra y Francia, que tampoco han ofrecido una gran imagen este año.
Y durante todo el día, un ambiente excepcional en Cardiff: banderas, bufandas, camisetas; reventa de entradas (oímos precios entre los 90 y los 200 euros, que tampoco me parece tanto para ser el partido que era); galones y galones de cerveza, riadas de gente por todas partes, colas en la puerta de los bares, bailes, canciones, camaradería. Un día histórico para el rugby irlandés, y un fin de semana excepcional en todos los sentidos.
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