domingo, 10 de febrero de 2008

Dublin and back

Como os conté el otro día, ayer fuimos a pasar el día a Dublín para, entre otras cosas, inscribirnos en la Embajada para poder votar en las Elecciones Generales de marzo. La cosa fue así:

1.- Reunión:
Para llegar a tiempo antes de que cerrase la Embajada, teníamos que coger el autobús de las 7.30 -y levantarnos sobre las 6-. Yo había quedado con Iván, un chico que ha llegado hace poco, para ir a la parada del autobús, y por el camino nos encontramos con Manuel. Los tres éramos los únicos sobrios: los demás habían ido a una fiesta la noche anterior, y estaban, la mayoría, en estado catatónico. La parte buena es que en el autobús fueron todos durmiendo, y eso me permitió dar rienda suelta a mi sociopatía: entre el viaje de ida y el de vuelta me leí The Unquiet, de John Connolly, una novela policíaca con toques fantasmagóricos de la que me decepcionó el final. Por el camino, mucho verde, algunos lagos temporales o turloughs, ovejas con caras blancas y negras y pintura azul en el lomo, un hipódromo, muchos pueblitos todos iguales, con su iglesia y su pub de Guinness y sus tiendas de colores, y unos cuantos fairy trees que nadie se atreve a cortar por si un hada vive en sus raíces.

2.- Información:
Una vez en la estación de autobuses de Dublín, había que enterarse de cómo llegar a la Embajada. Primer intento: el mostrador de "Información" de la estación de autobuses. Le pregunto a la chica, le enseño el mapa, le digo el nombre de las calles... Me contesta: "Huy, eso es DublinBus, no te puedo ayudar, mira en Easons". Easons es una librería, y me parece raro que estén para ayudar a los turistas. Le pregunto otra vez, por si he entendido mal: "¿En Easons?" "Sí, vas allí y te compras un mapa". Gran servicio de información. Segundo intento: el mapa que nos compramos no incluye información de buses y trenes, así que no nos vale de nada. Tercer intento: salimos a la parada del tranvía de enfrente y le preguntamos al conductor: "Ah, sí, es muy fácil. Sólo tenéis que cruzar el río y seguir andando. Está a unos 15 minutos a pie". Yo le digo a él que gracias, y a los demás que ni de coña, que la Embajada está a 5 kilómetros y eso no son "15 minutos a pie". Al final, nos cogemos un taxi, que es lo más seguro. Y efectivamente tardamos 15 minutos, pero en coche. La vuelta, andando, nos lleva una hora.

3.- Burocracia:
La Embajada de España en Dublín es cutre... Y mira que tienen terreno, podían haber hecho una casita mona como todas las de ese barrio... Pero no, hicieron algo más parecido a un barracón soviético. Además, con una imprevisión que, si no fuera porque no me gustan los tópicos, diría que es típicamente española, sólo había una persona atendiendo a todo el mundo. Una señora majísima, por cierto, a la que le tocaba desdoblarse: repartía los impresos que había que rellenar a los recién llegados, y se iba corriendo detrás de la ventanilla a recoger los ya rellenados; después de un rato salía a repartir impresos, y otra vez adentro. Y así. De todas formas, todo el proceso no nos llevó más de 30-45 minutos, así que bien. Ahora a ver si es verdad que nos mandan las papeletas a casa.

4.- Necesidades básicas:
Después de completar los papeles volvemos al centro y buscamos un sitio para comer. Tenemos suerte, encontramos un "bistró" que da dos platos y café por 13€ -lo más parecido a un "menú de día" que he visto por aquí, y aun precio asequible además. Después, los resacosos se rinden y se van a coger el autobús a Limerick porque ya no aguantan más con los ojos abiertos, una parejita se va a dar un paseo romántico por el río, y los sobrios y solteros (ejem) nos vamos a un bar a ver la segunda parte del Francia-Irlanda. Irlanda pierde, pero juega mucho mejor que en el partido que ganó contra Italia, así que las esperanzas de ganar el 6 Naciones no están totalmente perdidas. Por cierto, ojo con Gales.

5.- Turismo:
Cuando termina el partido, los que quedamos nos vamos hacia la estación de autobuses, y aprovechamos para pasear un poco por el centro de Dublín: Trinity College, el Bank of Ireland, Temple Bar, el Liffey... En esta visita fugaz Dublín me ha causado mejor impresión que cuando estuve hace tres o cuatro años: realmente es una ciudad que decepciona si vas en plan turista durante cuatro días -como fuimos Nerea y yo-, porque no tiene grandes monumentos, pero en cambio para pasear y estar un rato es una ciudad agradable, de casas bajitas y calles con encanto. Después cogemos el autobús, y vuelta a casa (y a The Unquiet). Una paliza de excursión, pero ha merecido la pena.

Fotos, próximamente.

1 comentario:

Esti dijo...

cómo me gustaría ver esos paisajes; los fairy trees, los pueblitos, las ovejas..

eso sí.. la burocracia es igual de horrible en todas partes!!