lunes, 11 de febrero de 2008

(Mis)Representation

Esta tarde los del cine-club de la universidad proyectaban La vida de los otros, en alemán con subtítulos en inglés, y hemos ido varias personas del departamento. Yo ya la había visto, y me encanta, me parece un peliculón, con una creación de personajes y una trama trágica que ya la querrían en Hollywood. Pero a lo que voy es que, al salir, uno de los profesores ha dicho algo así como: "Me ha gustado, me ha parecido una gran película, pero no refleja toda la realidad de la RDA". Y ese comentario me ha recordado a otro de un amigo en Bilbao, a quien no le gustó The Queen porque habían elegido retratar un episodio históricamente secundario de su reinado -la muerte de Lady Di- en vez de otros más importantes, como la posguerra de la II Guerra Mundial, por ejemplo.

No digo que estas críticas no se puedan hacer, ni que no estén en su perfecto derecho a hacerlas, o a que no les gusten esas películas; pero en mi opinión esa es una forma errónea de juzgar una obra de arte -ya sea un libro, una película o una obra de teatro. Porque se están exigiendo a la obra de arte tres cosas que no tiene por qué ofrecer: exhaustividad, objetividad y fidelidad a los sucesos reales.

Una película, por ejemplo, no tiene ninguna obligación de ser exhaustiva. El guionista o director de The Queen no quería contar el mandato de la reina Isabel II, sino que quería retratar al personaje, y para ello le pareció más apropiado el momento de la muerte de Lady Di que cualquier otro; y en La vida de los otros no se intenta hacer un retrato exhaustivo de la Alemania del Este, sino plantear un caso extremo sobre la relación entre el poder y los individuos, entre el arte y el poder, entre los individuos dentro de un sistema autoritario, etc.

El tema de la objetividad es parecido: ¿debe una creación artística ser objetiva, es decir, neutral, sin tomar una postura ante la realidad que muestra? ¿Debe criticarse un libro por "tomar partido" o "no reflejar todos los puntos de vista" (cosa muy políticamente correcta)? Incluso en el caso de los documentales: ¿debería Michael Moore ser más neutral en sus películas? ¿Tenía Julio Médem la obligación de ser objetivo al filmar La Pelota Vasca? En el caso de las obras de ficción, la pregunta es incluso absurda: ¿qué significa ser objetivo con respecto a un mundo inventado, que en todo caso no deja de ser un pedazo de mundo seleccionado y presentado por el autor? Dicho esto, cuando a un autor se le va la mano en el apartado de la parcialidad, lo que sales es una novela -o una película- maniquea, "de tesis", y eso ya es otra cosa.

Y eso nos lleva a la última cuestión: ¿tiene la obra de arte que ser fiel a la realidad? ¿Es permisible manipular la historia en una novela, por ejemplo, para defender una tesis? En todo esto hay una cosa que los críticos han llamado "pacto ficcional": cuando un lector entra en un cine, o cuando se abre un libro, debería tener asumido que lo que está viendo es algo distinto de la realidad, un mundo con sus propias reglas que no puede ser juzgado como la vida real.

Esto es evidente en los géneros más alejados de la verosimilitud -nadie en su sano juicio lee Drácula pensando que es un relato histórico-, pero es precisamente en los géneros más borrosos, en la novela histórica, la autoficción o la "narrativa de no ficción" al estilo de A sangre fría, donde más conviene recordar que una novela no es una narración histórica; que el yo narrador nunca es el autor; que el mundo de ficción siempre es un mundo distinto al real, aunque se parezca tanto al real que incluso utilice nombres de personas y lugares reales. Mientras dura la proyección de la película, o la lectura del libro, se debe "suspender el juicio" y sumergirse en el mundo de ficción (por ejemplo, no juzgamos moralmente a Hamlet, sino que empatizamos con él); cuando termina, en cambio, deberíamos ser capaces de discernir la diferencia -más o menos cercana- entre lo que acaba de ver o leer, y la vida real o la historia.

Ante estas tres cuestiones, mi postura es algo cínica, y tiene que ver conque me atrae mucho el arte como juego: las piruetas de Oscar Wilde, las "bromas" de Kafka o de Borges, el propio Quijote. En definitiva, creo que ninguna obra de arte tiene la obligación de ser ninguna de esas tres cosas: ni exhaustiva, ni objetiva, ni fiel a la realidad. Lo que no quiere decir que no pueda ser (o intentar ser) esas tres cosas, ni que las obras que lo son, o que más se acercan a serlo, no puedan ser admirables. Y lo contrario.

He dicho. Más o menos. Y creo que estoy de acuerdo en casi todo.

10 comentarios:

Crapúscula dijo...

Por alusiones, si no recierdo mal. Pero me gusta que te acuerdes de mí :-)))

Estoy de acuerdo contigo Santi. Y por cierto, a mí me encantó 'La vida de los otros'. Mi queja -entonces y ahora- sobre The Queen es que el director se queda con un episodio abosolutamente irrelevante de la vida de Isabel II. El tema es qué buscaba yo. No quería un ensayo ni un brillante retrato histórico, pero sí una historia que me contara algo más.

Tenía la sensación de que se había quedado con lo más superficial y accesorio. Como si alguien que viene del Louvre se empeña en contarte los extraños bordados que tiene las cortinas de las ventanas.

Aclarado esto, comparto todo lo demás. No tiene por qué ser una obra objetiva ni un resumen de nada. Me gustó 'La pelota vasca' y es una obra tachada de parcial. Quizá lo sea pero no importa. Ahora, si me metes tres horas de documental sobre cómo se come una chuleta de pie, me iré del cine
-cuando menos- defraudado.

Abrazos, liante

Anónimo dijo...

Está bien, al trapo. Yo tacho 'La pelota vasca' de parcial; y no por los que no salen porque se negaron, sino por el modo en que Médem trata los diversos testimonios y por sus -escasas pero sustanciosas- intervenciones directas. Pero bueno, eso es sólo un caso concreto y discutible. Más importante es el principio general.
Un documental, a diferencia de una película, sí pretende objetividad (dentro de lo que ésta es posible para cualquier humanoide). Cuando se ve cualquier película o se lee un novela, como bien dices, se acepta, implícitamente, ese 'pacto ficcional' (no imparcialidad, no exhaustividad); no así cuando veo un documental o leo una crónica en el periódico. Si alguien te da todas las señales para que creas que estás en la 2ª opción, pero luego no cumple sus imperativos, te está engañando, porque se pasa por el forro las condiciones implícitas del discurso, que hacen que le escuches de una manera determinada.
Puede ocurrir que se salte esas condiciones como un juego, como hace Borges. Pero entonces la gracia está en el engaño mismo, y se acrecienta si finalmente queda descubierto. Pero las obras de no ficción que no se saltan esas condiciones como un juego, lo hacen, no por el engaño mismo, sino para obtener un beneficio de él (por ejemplo, hacer más creíble lo que es sólo una opinión entre muchas), finalidad que se frustra si el engaño queda al descubierto. Por más posmodernos que nos pongamos, eso es un engaño y un abuso que no aceptaríamos en un periódico y no veo por qué sí en una sala de cine.
De modo que es posible distinguir entre Borges y un vulgar manipulador. Quod erat demostrandum.

Santi dijo...

A crapúscula: pos sí, sí que eras tú :-) Lo único que quería decir es que tienes perfecto derecho a que no te guste The Queen, pero para el fin que buscaban los cineastas, es decir, mostrar la psicología del personaje, el momento de la muerte de Lady Di puede ser tan importante como cualquier otro, e incluso puede que más. Que a ti no te interese es otra cosa, y tienes todo el derecho.

Y a Jaime, por supuesto yo también estoy de acuerdo en que La pelota vasca muestra una visión determinada de la realidad vasca; lo que digo es precisamente que no tenía ninguna obligación de ser objetivo o neutral. En los géneros periodísticos, como tú dices, la diferencia entre los géneros de información y los de opinión está (al menos en teoría) muy clara. Pero ¿quién dice que el documental deba ser un género de información y no de opinión? Mira Michael Moore. También el documental que vi aquí hace unos meses, Occupation 101, era totalmente parcial. Y debería ser el espectador el que fuera capaz de analizar si lo que le están mostrando es la realidad, o una determinada visión sobre la realidad. Se puede criticar a un documental por las opiniones que da -puedes no estar de acuerdo con Médem o con Moore-, pero yo no los criticaría por el mero hecho de dar opiniones además (o en vez de) información.

Anónimo dijo...

Imaginemos un documental titulado "Sobre esta Roca...", sobre el origen del mono gibraltareño. Imaginemos que lo hace un convencido creacionista. En él defiende su convicción (por supuesto, legítima) de que la complejísima estructura biológica del mono gibraltareño sólo es explicable acudiendo al relato del Génesis. Acumula abundantes pruebas científicas de la citada complejidad, pero en ningún momento menciona el hallazgo de Micropithecus gibraltarensis ni tampoco el hecho de que, para la comunidad científica internacional, la teoría de la evolución es capaz de explicar satisfactoriamente el surgimiento del complejo organismo actual a partir de su antecesor.
Claro está, tal explicación refuta su idea de que todos los animales fueron creados por Dios en el Paraíso, tal y como son hoy; como lo que él quiere es convencer al público de la verdad del creacionismo, calla sobre el hallazgo y su explicación científica.
La audiencia que ve "Sobre esta Roca..." percibe las mismas señales que en esos documentales sobre leones con los que se echa la siesta. La conclusión a la que llega -avalada por un enorme número de previas decodificaciones exitosas- es que éste es un informe divulgativo más sobre contenidos de la biología ampliamente aceptados por la comunidad científica. Pero no, resulta que es la apología de una convicción religiosa, presentada bajo la apariencia de un informe divulgativo de contenido científico.
¿Qué diríamos en este caso? Dices que pueden criticarse las opiniones que muestra un documental, pero no el que las muestre. Sin embargo, yo no criticaría este documental por estar en desacuerdo con sus opiniones, sino precisamente porque las muestre y por cómo lo hace. Porque usa las formas de un discurso sin cumplir las condiciones que hacen que el público le conceda mayor autoridad y al hacer eso engaña.
¿Que el público debería saber distinguir una cosa de otra? De acuerdo, pero eso no resta gravedad a su manipulación. No puede decirse que mentir no está mal porque, después de todo, los demás ya se darán cuenta de que uno miente.

Esti dijo...

estoy de acuerdo contigo, santi, en que a una obra de arte no deben exigírsele exhaustividad, objetividad ni fidelidad a los hechos históricos.

creo que ni siquiera a los documentales puesto que (al igual que los artículos periodísticos) pueden pretender mostrar un hecho con toda la "objetividad" posible, o plantear un posicionamiento ante determinada situación.(uno de los que más me gustan es "los niños del barrio rojo" y creo que tiene una carga importante de subjetividad).

sé que resulto cansina con ello, pero no me resisto a citar a benedetti :)
"de manera que
como parece que no tengo remedio
y estoy definitivamente perdido
para la fructuosa neutralidad
lo más probable es que siga escribiendo
cuentos no neutrales
y poemas y ensayos y canciones y novelas
no neutrales
pero advierto que será así
aunque no traten de torturas y cárceles
u otros tópicos que al parecer
resultan insoportables a los neutros

será así aunque traten de mariposas y nubes
y duendes y pescaditos"

sobre la autoficción estuve reflexionando al leer "dossier k", de kertesz (por cierto, jaime, entonces pensé que ese libro podría interesarte por otras cuestiones que plantea). el autor dice que no le importan tanto los hechos concretos que a él mismo le acontecieron, como lo que elaboró a partir de ellos. por eso mismo, al escribir a partir de su propia historia, se salta algunos pasajes y quizá, aunque no lo dice claramente, "manipule" otros.

realmente ni siquiera creo que se pueda hablar de "manipulación".
ni de "mentir"; porque nadie está en posesión de la verdad absoluta (eso me lo enseñasteis vosotros, tallerenses ;)) y desde luego, uno puede exponer sus ideas por disparatadas y absurdas que sean. incluso, intentar convencer a otros de que tiene razón.

la conciencia crítica no puede "presuponerse" pero sí trabajarse, educarse.. para que después cada uno llegue a sus propias conclusiones.

bueno, jeje, no he dicho nada nuevo pero no podía exluirme de esta apasionante discusión..

Anónimo dijo...

Yo tampoco puedo contenerme, como Paaly, y añado, oh, ilustres:

¡pero si la mismísima Historia era ya considerada en la antigüedad como una modalidad de NARRACIÓN...¡y yase sabe, toda narración tiene un narrador, y el narrador un punto de vista y....que siga Santi, que sabe más.
Simonetta

Santi dijo...

Bueno, parece que sobre los géneros "de ficción" nos hemos puesto de acuerdo rápidamente, y ahora el debate se ha pasado a los considerados tradicionalmente como "no ficción".

Respecto a los documentales, creo que habría que hacer una división: los documentales científicos -de animalitos o de física o de medicina...- serían el equivalente visual de los artículos científicos (de divulgación o no): las expectativas del receptor, y las normas que son aplicables, son las de un texto científico. En cambio, en un documental político, de denuncia, etc., ¿cuál sería el equivalente "escrito"? ¿El reportaje? ¿La columna? ¿El ensayo? Sea cual sea, dudo mucho que se pueda exigir a un documental sobre el conflicto palestino-israelí el mismo tipo de relación con la "verdad" o la "objetividad" (sea eso lo que sea)

Y tampoco es que yo sepa tanto sobre el debate epistemológico de la historia; lo que sí que creo que han aceptado ya buena parte de los historiadores -y no sólo de los historiadores- "posmodernos" es que pretender crear un texto neutral, objetivo, aséptico -porque, efectivamente, una narración siempre una es selección y manipulación de hechos- es un imposible (sin que eso anule, claro, la exigencia de ser fiel a las ruinas y los documentos).

Vaya, que esto se desliza hacia la quaestio infinita de si existe, en realidad, algo que podamos llamar objetividad, neutralidad o incluso verdad. Y todo por un comentario al salir del cine.

Anónimo dijo...

Pues, sinceramente, no acabo de ver esa gran diferencia entre hablar de primates simiescos o humanoides. O sea, que si uno tergiversa la información de la que dispone (ocultando datos, subrayando lo secundario...) cuando habla de monos, entonces miente como un bellaco, pero si hace lo mismo al hablar de la sanidad americana o el conflicto palestino-israelí, entonces está ejerciendo el derecho inalienable a expresar su particular visión del mundo.
Para mí está claro que el engaño no depende del contenido (científico o no), sino del modo en que se trata la información. Se puede engañar en cualquier terreno. Y que todo sea una narración -no sólo la historia, sino toda teoría y nuestras vidas mismas-, no implica que el narrador esté libre de la condición de veracidad. Por más complicado que sea comprobar su cumplimiento, lo cierto es que todos nos comunicamos presuponiendo que el otro es sincero y dice la verdad. Obviar esto no sólo justifica la conducta más interesada y manipuladora, sino que, en último término, nos obligaría a no comunicarnos en absoluto.

Santi dijo...

Por supuesto que uno está obligado a intentar ser veraz en sus afirmaciones -en aquellos contextos en los que se supone esta obligación-; pero el concepto de "verdad" es más aplicable en unos campos que en otros. En los campos científicos, existe una "verdad científica", que es la que ha sido sancionada por la comunidad científica, la evaluación entre pares, ha resistido los intentos de falsación, etc. En cuestiones como el conflicto palestino-israelí no existe tal cosa. Y se pueden hacer prefectamente dos documentales opuestos, llenos de datos totalmente verificables y exactos, ajustados a la realidad, pero que presenten visiones opuestas del problema. ¿Qué datos son fundamentales y cuáles son secundarios? ¿Qué datos se seleccionan? (Porque presentarlos todos es siempre imposible) ¿Qué datos son más relevantes para comprender la situación? ¿Es más importante hablar de las donaciones de EEUU al estado de Israel, o del número de atentados suicidas en Tel Aviv en los últimos 10 años? ¿Y qué relación se establece entre todos estos datos? ¿Causa-efecto? ¿Contigüidad? ¿Narración? Lo que decía antes, ser veraz o "sincero" no significa en estos casos decir toda la verdad, porque eso es imposible, sino presentar unos datos verificables -necesariamente seleccionados- y dar una explicación para ellos que no los falsee, y que puede variar inmensamente según la postura ideológica, religiosa, etc., de quien los presenta. Lo que es imposible es no seleccionar (o, si nos ponemos así, manipular). Existe el mundo, pero no hay forma de contarlo objetivamente. Y ni siquiera sé si estamos obligados a intentarlo.

Anónimo dijo...

De acuerdo. Más aún: ni siquiera creo que exista una realidad dada, que luego entendemos de una manera más o menos subjetiva. Lo que creo es que construimos siempre esa realidad con nuestras interpretaciones. Todos, también los científicos. Con lo que no estoy de acuerdo es con el hecho de que a ellos los pongas en una isla aparte: la Isla de la Verdad Contrastada. Los demás, mientras tanto, nos limitaríamos a mantenernos a flote, como podamos, en el proceloso Mar de lo Incontrastable.

Creo que eso es confiar demasiado en las ciencias naturales o demasiado poco en todos los demás discursos. Claro que hay distintas condiciones de verificación para distintos discursos, pero eso no significa que la exigencia de verdad sea más aplicable en unos que en otros. Todos están sujetos a ella (menos el de ficción, ahí estamos de acuerdo), sólo que lo están de distinta manera. Esto ya lo tenía muy claro Aristóteles antes de que empezaran las mandangas de las ciencias naturales vs. humanas:
"Es preciso, por lo tanto, que sepamos ante todo qué suerte de demostración conviene a cada objeto particular (...). No debe exigirse rigor matemático en todo."

Lo que pasa es que después nos vendieron que sólo la ciencia habla de hechos y que sólo a ese tipo de discurso es aplicable la exigencia de verdad. Los demás, que hablan de valores, son como discutir en nochevieja si gustaron más o menos los langostinos del año pasado. Igual de inútil y de chorra. En el Mar de lo Incontrastable, por lo tanto, todos los náufragos tienen una visión viciada por su andadura vital (el panadero verá los escualos como bollos gigantes y acabará muy mal..); en cambio, los habitantes de la Isla, todos con bata blanca, tienen una vista agudísima y voltairiana, o sea, esclarecida y libre de prejuicios.

Bueno, pues yo creo que no. No porque diga que los del Mar tienen en realidad la misma agudeza visual que los otros, sino porque desconfío también de los ojos isleños. Y arreo otra cita, ahora de Nietzsche: "no hay hechos, sólo interpretaciones". Ahora bien, de aquí no se deriva -como suele pensarse- que todo vale y que viva la virgen porque ya no hay verdad ni mentira, sino todo lo contrario. Ya no vale acogerse a la idea tranquilizadora de que hay ciertos ámbitos donde tocamos la verdad con los dedos impolutos de la ciencia, y otros (todo el resto) donde nos movemos sólo por sentimiento o inclinación. Digo tranquilizadora, porque supone que a.) la verdad está en buenas manos y b.) los demás para qué vamos a hacer ni el esfuerzo, si será siempre vano: cada cual tiene su visión del mundo, incontrastable e irreductible, que determina todas sus interpretaciones. Desde cada una de esas burbujas se lanzarán mensajes, pero no podemos exigirles nada más allá de su total subjetividad.

La frase de Nietzsche nos obliga a buscar medios que nos permitan compartir nuestras interpretaciones de la realidad, en cualquier ámbito, porque de hecho necesitamos compartirlas para vivir. No hay una verdad objetiva que esté en ningunas manos (ni buenas ni malas), pero tampoco es cierto que nuestra visión del mundo nos cierre a todo debate capaz de conducir a una interpretación intersubjetiva. No vale decir: "como esto no es ciencia, y encima soy pro-judío, hago el documental como me sale de mi desaparecido prepucio". No digo que en estos documentales sea posible una selección de datos objetiva (pero ni aquí ni en ningún sitio!), sino que ahí también es posible engañar, mentir, manipular. Y que esto no es en algunos ámbitos más disculpable que en otros. Por seguir con la imagen: no aceptemos a estas alturas que el mar se nos llene de piratas, que aquí ni dios tiene patente de corso.