Peter Pan se pasa las tardes sentado en una roca frente al mar, escuchando a las sirenas -y escondiéndose de Wendy, que quiere enseñarle ecuaciones de segundo grado-. Dicen que los hombres que oyen cantar a las sirenas no pueden resistirlo, y se vuelven locos de deseo por esos cuerpos húmedos, escurridizos, sinuosos, y se estrellan contra las rocas. Como Peter Pan no es un hombre, sino un niño, es inmune a su hechizo, y puede pasar las tardes sentado en una roca frente al mar, escuchándolas. Así ha descubierto que su canto -que no es tal- lo produce el rechinar de sus dientes, que ya casi no recuerdan la última vez que desgarraron carne humana.
4 comentarios:
¿Hoy estuviste leyendo a Lovecraf?
joé.. qué miedo.
ayer conté a mis patojos el cuento de la sirenita (el original, no la versión edulcorada de disney) y uno de ellos me dijo que su tío, que era marinero, escuchó cantar y vio a una sirena. después, asustado, se alejó del lugar donde le ocurrió aquello.
si no conociese el pensamiento mítico de muchas personas aquí, pensaría que esa anécdota es sólo fruto de la fantasía de un niño.
pero aquí he descubierto que el realismo mágico no nació en la mente de ciertos escritores.. sino de la forma de ver y comprender el mundo que tienen muchas personas.
ojalá yo también pudiera escuchar el canto de una sirena o los gritos de "la llorona", ver un duende o un "espanto", "el cadejo" o "el sombrerón"..
para poder creer en la magia. quizá en algo aún más importante.
Qué bueno, Santi.
Buenísimo, sí.
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