miércoles, 22 de julio de 2009

The fake continent

Después de tanto oír las afirmaciones de los que dicen que el hombre nunca llegó a la Luna, después de escuchar cómo los sesudos comentaristas se reían de ellas al grito de "cuánto conspiranoico", y sobre después de ver el especial de Hermida sin zapear ni durante la publicidad, a la centésimodecimoséptima vez que alguien pronunció la palabra "montaje" algo se encendió en mi celebro, y vi la luz: si los americanos pudieron fingir la llegada a la Luna, ¿cómo sabemos que no fingieron también los españoles, portugueses, holandeses y británicos la llegada a Australia, que por lo que sabemos es un lugar igual de poco verosímil?

Porque vamos a ver: ¿qué pruebas tenemos nosotros, los que leemos y hacemos este blog, de que exista a Australia? Como ya he comentado alguna vez, en Bilbao-Limerick todavía no hemos tenido ni una sola visita desde Oceanía. ¡Ni una sola! Y en Australia viven, supuestamente, casi ocho millones de personas. ¿Y ninguna de ellas va a pasarse por aquí, ni siquiera por curiosidad, casualidad o error? Vamos, hombre... Y luego están los excesos de imaginación de los guionistas, que debieron de pensar que cuanto más grande la mentira, más creíble: canguros, koalas, aborígenes borrachos... ¿Quién se va a creer eso?

Por supuesto, hay pruebas circunstanciales de la existencia del país: hay fotos, aparece en los mapas, hay personas que dicen haberlo visitado, e incluso hay quien dice ser de allí mismo, y finge tener un acento raro cuando habla inglés. Pero todo es puede ser una hábil mistificación: las fotos se manipulan desde mucho antes de que se inventase el Photoshop, los mapas los hacen seres humanos a los que se les puede haber ordenado que la dibujen ahí, como haciendo de contrapeso de Asia (¿quizás porque tenían miedo de que el globo volcase? ¿O quizás el globo ya ha volcado pero no nos hemos dado cuenta?), el acento raro puede ser un defecto en el aparato de fonación (una segunda lengua, una garganta bífida, algo así).

Lo de las personas que dicen haber visitado Australia es aún más fácil de rebatir: como mucho, ellos podrán afirmar que les han metido en un barco o un avión, en el que han pasado horas o días, y que después han desembarcado en un lugar que les han dicho que era Australia, y en el que han visto todo tipo de cosas extrañas y maravillosas, como una montaña de color rojo chillón (que ya podían haber rebajado un poco el tono de la pintura, también...) Nada impide que ese lugar esté realmente en Los Angeles, en Argentina o, por lo que sabemos, en Las Bardenas Reales. Nada es más fácil para los gobiernos que todo lo controlan, que manipular la información de los equipos de navegación, modificar el rumbo de millones de aparatos de transporte y mantener engañados a cientos o miles de millones de personas durante cuatro siglos. Pan comido, y más desde que existe internet.

Los ilusos, los crédulos, los acomodaticios, los bobalicones, los acólitos del poder, los ingenuos, los anodinos, los estúpidos y los perezosos seguirán afirmando, como dogma de fe, que Australia existe, porque alguien les ha dicho que existe, o porque lo vieron en una película. Pero ni ese testimonio ni esa película prueba nada. En realidad, la única manera de comprobar que Australia existe sería que se realizara un viaje al espacio, y que desde el espacio se comprobase que efectivamente, allá donde los mapas pintan un trozo enorme de tierra con forma de cabeza de cordero, hay un trozo enorme de tierra con forma de cabeza de cordero.

Pero claro, como a estas alturas todos sabemos que los viajes al espacio son imposibles...

2 comentarios:

Jaime dijo...

Gracias, Santi, por hacerme ver la luz al fin. Siempre he notado cierta incomodidad con mis creencias, como cuando te pica justo debajo del homoplato derecho y no te puedes rascar. Ahora sé que siempre dudé de Australia.

No citas el que ha sido para mí, secretamente, el mayor motivo de duda en la existencia de Australia: el boomerang. ¿Un arma arrojadiza que vuelve a la mano de quien la tira al aire? ¡Venga ya! ¿Cuántos lo hemos intentado con todas las ganas y destreza con que éramos capaces, sin el mínimo resultado? Hasta el día de hoy, cuando el boomerang se quedaba impasiblemente tumbado en el suelo cual perro de aguas, unos cuantos metros delante de nosotros (como dictan las leyes inmutables de la naturaleza y de Dios), nuestra reacción era de humilde penitente: "no soy digno de que vuelva, pues no soy lo suficientemente australiano." A partir de hoy podremos ya sonreir con orgullo y gritar al viento la poderosa verdad: "he aquí que el boomerang no vuelve, porque Australia nunca existió."

Basta ya de creer que puede hacerse música soplando en un tronco hueco, basta ya de pensar que una cárcel puede convertirse en una poderosa nación. Porque esta es la única verdad: No hay Australia, ni hay australianos. ¿O acaso alguien conoce algún australiano célebre? Sí, adivino en quién estáis pensando y no tengo más remedio que sacaros de vuestro error: Cocodrilo Dundee no fue más que un personaje, creado por los hábiles y maquiavélicos guionistas de Hollywood (que, digámoslo también, son casi siempre judíos y gays).

En fin, Santi, cuenta conmigo para desmontar la mayor patraña de la historia y abrir los ojos al mundo.

Ensada dijo...

¿Teruel existe?