A estas alturas, seguramente ya hayáis leído la espantosa noticia referente a los continuados y "endémicos" abusos sufridos por centenares (si no miles) de niños en distintos centros católicos irlandeses durante el periodo que va de 1936 a 1970, sin que ni el Estado ni la jerarquía eclesiástica movieran un dedo para evitarlo. El informe recopilado durante más de nueve años por una comisión gubernamental, que recoge las declaraciones de miles de testigos, ha encontrado pruebas de todo tipo de abusos: desde abandono y mala nutrición, hasta abusos propiamente dichos -psicológicos, físicos y sexuales-, perpetrados tanto por los sacerdotes como por los seglares que regentaban dichos centros.
Todo lo que rodea a este asunto resulta nauseabundo. Para empezar, la actitud de la Iglesia ha sido bochornosa. Mientras se cometían los abusos, que en muchos casos eran conocidos por las altas instancias, no se hizo nada para evitarlos: nunca se pusieron en conocimiento de las autoridades legales, y los culpables fueron simplemente trasladados a otros centros. Después, cuando empezaron a proliferar las denuncias, viendo la que se venía encima, firmaron un acuerdo con el gobierno de Bertie Ahern por el que, a cambio de ceder propiedades por valor de 128 millones de euros, lograban inmunidad legal en los casos de abusos que llegasen a los tribunales (se calcula que, cuando se terminen de pagar indemnizaciones a los miles de afectados, el Estado habrá desembolsado unos 1000 millones de euros).
Todavía ayer mismo, el Arzobispo de Westminster elogiaba la "valentía" de los sacerdotes que habían reconocido haber participado en estos abusos -aunque ha sido convenientemente rectificado por el Obispo de Dublín, Diarmuid Martin.
El Estado tampoco queda libre de culpa en todo esto: por no investigar lo que sucedía en estas instituciones; por no tomar medidas cuando las denuncias comenzaron a llegar; por firmar un acuerdo con la Iglesia que les eximía de cualquier responsabilidad legal, económica o penal; por negarse a renegociar ahora ese acuerdo, con las pruebas en la mano; por no perseguir penalmente a ningún individuo, permitiendo que las culpas se ventilen de manera colectiva y difuminada.
Una pregunta que se estarán haciendo muchos al leer estas noticias es: ¿habría podido pasar esto en instituciones laicas, no regidas por la Iglesia? La respuesta, creo, es que no, y no porque los sacerdotes sean en sí mismos peores (ni mejores) personas que el común de los mortales; sino porque la Iglesia, como institución, y por motivos que me resultan completamente incomprensibles, ha optado en este tema de los abusos por un corporativismo extremo, absurdo y (como se ha demostrado) catastrófico, permitiendo a los ejecutores de estos abusos escapar sin castigo, y permanecer en sus puestos durante décadas.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
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*Idioma original: *Español
*Año de publicación: *1998
*Valoración: *Bastante recomendable
La Habana (Cuba). Año 1994, cuarto año de Período Especial, la...
Hace 20 horas
2 comentarios:
es terrible todo esto..
hoy mismo hablaba con un buen amigo (seminarista, por cierto) de la urgente "revolución" que se necesita dentro de la iglesia, en muchos aspectos lejana o incluso contraria al mensaje de jesús.
no hablábamos de esto de los abusos (tan sórdido que no encuentro ni palabras para referirme a ello) sino del conservadurismo y otras cosas..
como él dijo en una oración (y le regañaron, claro): "señor, ¡líbranos del clericalismo!"
Lo que ha hecho la iglesia en estos casos no tiene nombre pero lo que ha hecho el estado sí lo tiene y es TONTOS DE CULO
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