El otro día, cuando me estaba acercando al castillo de Camelot, comenzó a llover a mares. Y la lluvia, emborronando el aire, confundía mis sentidos y me hacía ver altos edificios grises llenos de luces (árboles y rayos, sin duda), brillantes animales metálicos reptando veloces por el suelo (jabalíes con el pelo mojado, diría yo) y la tierra parecía perder sus colores para volverse dura, gris, idéntica en todas las direcciones -no pretendo explicarlo, sólo lo describo.
Lo más curioso es que el fenómeno persistió incluso cuando, ya a refugio de los elementos, me reuní con Arturo, Ginebra y los demás en la sala de la Mesa Redonda: en vez de sus armaduras, sus brocados, sus escudos herálicos, me pareció ver una reunión de seres vestidos de negro y blanco, con unos absurdos pedazos de tela alargada colgados de sus cuellos, blandiendo una especie de pequeños punzones sobre unos pergaminos extraordinariamente blancos y delgados. Y Arturo decía: "...debemos convencer a nuestros accionistas..."
Después me desmayé, y cuando desperté en brazos de Ginebra todo había vuelto a la normalidad.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
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*Idioma original: *Español
*Año de publicación: *1998
*Valoración: *Bastante recomendable
La Habana (Cuba). Año 1994, cuarto año de Período Especial, la...
Hace 17 horas
3 comentarios:
welcome back!
pobrecito..
qué pesadilla de modernidad!
Al fin Camelot ha vuelto y voy yo y llego tarde...
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