Ya hemos repuesto la bombilla del cuarto de baño, que llevaba fundida desde antes de vacaciones. Para ducharnos, mear o cepillarnos los dientes, teníamos que arreglarnos con el fluorescente de encima del espejo, que además parpadeaba en plan letrero-de-motel-de-película-yanqui. Pero eso se ha acabado: ahora la nueva bombilla reluce que da gusto. ¡Qué pena, con lo auto-íntimo que era ducharse en penumbras!
P.D.: ¿A quién era que le decían las monjas que había que ducharse a oscuras -o con los ojos cerrados- para evitar pensamientos y miradas pecaminosas? ¿O me lo estoy inventando?
LO MEJOR DE 2025
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Un año más llega a las pantallas de los lectores ULADianos la lista que
importa, la que todos estaban esperando, la lista para acabar con todas las
demás l...
Hace 8 horas
1 comentario:
no, no te lo estás inventando... pero no recuerdo a quién... ay, la cabeza. un abrazo. iván
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