viernes, 7 de agosto de 2009

Bloodsucker

Me paso dos o tres horas dando vueltas en la cama. No es sólo el calor: hay uno de esos estúpidos mosquitos veraniegos en el cuarto. De vez en cuando hace una pasada rasante por mi oreja. ¡Zzzzzzzzzzzzzzum! Doy la luz. Naturalmente, no lo veo. Es un mosquito pequeño. Minúsculo. Insignificante. pero molesto. Apago la luz y confío en que se haya ido por la ventana o haya muerto abrasado en la lámpara. Me pica la pierna, el brazo, la espalda, la cara, y no sé si es por el sudor, el mosquito o la paranoia.

Por la mañana me despierto con marcas de picotazos por todas partes. No era paranoia. El mosquito, hinchado y satisfecho, está apoyado en la pared al lado de la cama. Intento aplastarlo, pero se echa a volar. Está torpe, lento, pesado. Después de una breve escaramuza le doy un manotazo en el aire y lo mato. Su cuerpo explota, manchándome con mi propia sangre.

2 comentarios:

Ensada dijo...

"La" mosquito, las que pican son las hembras XD, que argumento para las feministas :D

Paula dijo...

Supongo que estás familiarizado con los casi invisibles "midges", ¿no? Qué hogog...